viernes, 30 de mayo de 2014

Rubén Darío

RUBÉN DARÍO.



·         SONATINA

La princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro;
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de pavos reales.
Parlanchina la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por su cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.

¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz,
o en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?


¡Ay, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo azul volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo,
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.

Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azul.
Y están tristes las flores por la flor de la corte;
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien albardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste. La princesa está pálida).
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe
(la princesa está pálida, la princesa está triste),
más brillante que el alba, más hermoso que abril!

-Calla, calla, princesa- dice el hada madrina-;
en caballo con alas hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor.



·         MARGARITA DEBAYLE

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar,
yo siento
en el alma una alondra cantar:
tu acento.
Margarita, te voy a contar
un cuento.

Este era un rey que tenía
un palacio de diamantes,
una tienda hecha del día
y un rebaño de elefantes.

Un quiosco de malaquita,
un gran manto de tisú,
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.

Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a recoger.

La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y una perla,
una pluma y una flor.

Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti.
Cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la blanca estrella
que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,
por la Luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso de papá.

Cuando estuvo ya de vuelta
de los parques del Señor,
se miraba toda envuelta
en un dulce resplandor.

Y el rey dijo: -¿Qué has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
¿qué tienes en el pecho
que encendido se te ve?

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
-Fui a cortar la estrella mía
a la azul inmensidad.

Y el rey clama: -¿No te he dicho
que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.

Y dice ella: -No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas y en el viento
fui a la estrella y la corté.

Y el papá dice enojado:
-Un castigo has de tener:
vuelve al cielo, y lo robado
vas ahora a devolver.


La princesa se entristece
por su dulce flor de luz,
cuando entonces aparece
sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: -En mis campiñas
esa rosa le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al soñar piensan en mí.

Viste el rey ropas brillantes,
y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes
a la orilla de la mar.

La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,
y el viento
lleva esencia sutil de azahar:
tu aliento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, niña, un gentil pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.


·         RITMOS ÍNTIMOS

María, en la primavera,
era
como una divina flor.
En la primavera estamos,
amos
de la vida y del amor.

María, se la gallarda;
arda
tu corazón sin razón,
y ten la dicha que espero,
pero
dentro de tu corazón.

¡Oh, primavera María!
Dios
te diera tantos diamantes
como los
amantes
que te besarán los pies.

Y después,
con muchas cosas supremas,
un palacio de oro y gemas.
Y después…
Un príncipe enamorado
a tu lado,
para besarte los pies.

Estupendos pavos reales
a tus males
llevarán consolación,
y soberanos lebreles
siempre fieles,
soñarán tu corazón.

Estatua viva y gallarda,
por ti arda
una misteriosa flor.
Y vibrante y anhelante
sé la amante
de la vida y del amor.


·         CANCIÓN DEL OTOÑO EN PRIMAVERA

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera oscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé…

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
Y a veces lloro sin querer…

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